Los desarrollos culturales fueron arrasados como inmensas selvas por sus desmontes. Nuevos artefactos sedujeron las masas, encapsulando mentes en un progresivo transe amniótico…
Sería cómodo para mí explicarte este acontecer en simples palabras; iría a contranatura de lo que soy, me juzgaría tal vez, peregrino de otros, un esclavo más del mito de la caverna o encontrándome bajo el ala de esa mole simbólica, que conduce nuestros pasos como aquellos muñequitos que solíamos dirigir con un imán oculto bajo su ciudad de plástico. Podría decirte, que en otro tiempo un sabio me dijo que tarde o temprano recordaría sus palabras: “Todo esto es un gran plan, no voy a llegar a verlo, tal vez vos tampoco, sólo es una forma sutil de dominarnos…” y realmente me pareció una locura. Me doy cuenta hoy, que unos pocos juegan a ser Dios, maniobrando los hilos de millones de marionetas que somos. Es que hay tanto en nosotros; innato, implícito, que no hace falta un código de barras que compruebe el costo o lo endeble del producto. Así es, como decido rehusarme a pertenecer, vagando en la proyección de un futuro ya tangible, anticipado, vaticinado, previsto; rebotando entre los edificios como bolas en una mesa de villar; solitario, nómade, asediado por la vorágine y su vértigo arraigado, inconsciente. Así es, como decido corresponder en nombre de los visionarios que apostaron a su convicción. Infiltro entonces mis percepciones a través de tus pantallas como un narrador omnisciente, un antihéroe o simplemente alguien, que ya no luchará contra su don, que de ahora en más, será el instrumento con que exprima sus vísceras y en palabras devele lo inasible.

..................A Juan C. Marchesi.

sábado, marzo 10

teleportación_2

El estallido metálico seguido de un agudo estruendo, denotaban sobre la profundidad de la excavación. El brazo de acero consumó la tarea: sus enormes mandíbulas sujetaron la cápsula, retornándola a la superficie. A simple vista parecía el cuerpo de algún ingenio submarino, echado al suicido de una guerra del siglo veinte. Un clima de emoción se acopió entre los que éramos; me sentí realmente integrado, seducido por aquella instancia. La brisa fresca de un Abril que asomaba, agitó a acercarnos, a aunarnos por un sentido propio.
El ascenso, que concluyó casi media hora después, ahora nos dejaba al descubierto, a sólo unos pasos de aquel armatoste; inciertos, ante los interrogantes de su pasado.
Las máquinas retrocedieron, dejando el espacio necesario para acercarnos en una suerte de impulso recíproco. Y un niño corrió hacia el objeto, presuroso, con sus facciones casi salidas de órbita; fue el primero en hacer contacto. Comenzó a sacudir la tierra, adherida al metal color cobre; pudo descubrirse entonces, reflejado en él, con su rostro todavía desencajado.
Yacían sobre el metal, unos caracteres en relieve; el niño quedo fascinado por estos, a los cuales todos accedimos con la misma certidumbre: OCTUBRE 9, de 2012.. De inmediato, calculé el total de años transcurridos, refiriéndome a las fechas impresas en los calendarios de mi presente.

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